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Richard Rodriguez’s Hunger of Memory (1982) is often seen as a story of professional success and assimilation into American life, but the author was criticized for opposing so-called “affirmative action” and bilingual education, highly controversial issues defended by Chicano activists in the eighties. Conversely, 21st-century readers began to read this work in a more nuanced way. Rodriguez was born in California into a Mexican immigrant family, and at age six, his parents decided to switch to English at home. The loss of Spanish caused feelings of anguish and guilt. The silence in the family reveals the paradox that speaking about trauma is perceived as impossible, while language is exactly the tool to heal the traumatized. The aim of this article is to analyze the complex relationship between trauma and translation in three central themes: family, religion and race.
Hunger of Memory (1982) de Richard Rodriguez suele ser vista como una historia de éxito profesional y de asimilación a la vida norteamericana, pero el autor fue criticado por oponerse a la llamada “acción afirmativa” y la educación bilingüe, temas muy polémicos y defendidos por los activistas chicanos en los años ochenta. En cambio, los lectores del siglo xxi empezaron a leer esta obra desde perspectivas más matizadas. Rodriguez nació en California, en una familia de inmigrantes mexicanos, y a los seis años, sus padres decidieron cambiar al inglés en casa. La pérdida del español causó sentimientos de angustia y de culpabilidad. Los silencios en la familia revelan la paradoja de que hablar sobre un trauma se percibe como algo imposible, mientras que la lengua es vista justamente como la herramienta para curar al traumatizado. El objetivo de este artículo consiste en analizar la compleja relación entre trauma y traducción en tres temas centrales: la familia, la religión y la raza.